Como una ola

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Lo definen como un “laboratorio de arquitectura”, una experiencia única, un hito que seguramente convertirá esta zona en parada obligada para arquitectos y turistas que nos visiten”, señala Eduardo Godoy, creador del proyecto Ochoalcubo, iniciativa que desde el año 2002 invita a talentosos arquitectos chilenos y extranjeros a construir casas en conjuntos armónicos con diseño contemporáneo.
La historia comenzó en Marbella con las casas diseñadas por ocho profesionales locales, Christian De Groote, José Cruz, Teodoro Fernández, Cristián Valdés, Mathias Klotz, Cecilia Puga, Sebastián Irarrázaval y Smiljan Radic.
En 2008 se inició la etapa internacional con la casa llamada “White O”, del arquitecto japonés Toyo Ito, su primera casa en toda América y que en 2013 fue galardonado con el Premio Pritzker, considerado la distinción más importante en el mundo de la arquitectura.

Fue también el comienzo de una alianza con Japón, dando origen a Ochoalcubo en Ochoquebradas (Los Vilos). La nueva etapa de construcción, reúne a ocho arquitectos japoneses y ocho arquitectos chilenos, dos de ellos los también galardonados con el Premio Pritzker, Ryue Nishizawa y Alejandro Aravena, cuyas casas se encuentran en etapa final de construcción.
El japonés Nishizawa destaca por su creatividad y simpleza creando una forma que integra el paisaje a la arquitectura. “La casa se encuentra emplazada en una pequeña península rodeada de espectaculares islotes y roqueríos.

Losa ondulada

El terreno en el cual se emplaza la casa es único, una puntilla en medio de las rocas.

“La costa en este punto es bien escarpada, está a unos 20 metros debajo de la planicie que viene bajando desde la carretera, y tiene una rompiente de olas y una laguna, formándose una especie de herradura”, comenta Eric Meinardus, arquitecto residente de Nishizawa y constructor de las casas de Ochoalcubo. Como es una península, “hay vista hacia ambos costados de la rompiente de olas, que es muy espectacular”, prosigue el arquitecto.

Como lo expresa Kenichi Fujisawa, arquitecto a cargo del proyecto de Nishizawa en Japón, “es un lugar rocoso y ventoso, un lugar muy especial. Nos pareció como una especie de silueta de dinosuario, salvaje y en ese sentido la casa sigue la sinuosidad del terreno”. Justamente uno de los requisitos de la casa era que el proyecto encajase en el lugar, evitando ser invasivo con la naturaleza.
Otra de las particularidades del proyecto, junto con el mayor desafío técnico, ha sido el techo de la casa: una losa ondulante en hormigón.

“Como se busca la mayor continuidad posible, es una especie de prolongación de dunas que se transforman en losas y estas a su vez, en olas”, señala Fujisawa.

En ese sentido, el anclaje de la losa está ubicado en las zonas más cercanas a la tierra, proyectándose a su vez hacia el mar. “La casa se ancla en una de las esquinas en base a una fundación robusta y en el resto de la losa está en suspensión, apoyada sobre ocho pilares metálicos repartidos a lo largo de todo el perímetro habitable de la casa, conformado solo por cristales totalmente transparentes, lo que hace que visualmente la losa flote sobre el terreno. En ningún momento la losa toca el suelo”, explica Meinardus.

El mayor reto ha sido construir esta losa con forma de ola in situ, diseñada bajo la geometría japonesa. “Hemos tenido que traducir los planos en 3D enviados desde Japón, a un proyecto de construcción con la ayuda de muchos planos auxiliares producidos localmente. Además hemos respetado al máximo la topografía y vegetación existente, alterando el entorno lo menos posible para insertar la casa que ellos planificaron en torno al lugar y a su morfología. Hay una zona más plana y luego viene una loma donde la casa emerge”, comenta Meinardus.

 

El desafío era ejecutar estos planos a la perfección llevándolos a la geometría de la losa. Pareciera que la losa se va abriendo hacia el mar. “Nos llegaron los planos de cálculo, y nuestro trabajo consistió en traducir estos planos a una versión en tres dimensiones, es decir, de la losa ondulante a un plano de moldajes que se pudiese ejecutar en Chile por un equipo técnico nacional bajo nuestras condiciones, con alzaprimas y diagonales, entre otros factores”, explica Meinardus.

Posteriormente se fabricó una trama en planta donde cada punto de dicha trama tiene una altura reflejada en la altura de la alzaprima, una especie de carta de coordenadas para definir cada punto y sobre eso apoyar los moldajes.

“Para lograrlo, materializamos secciones del desarrollo total de la losa cada 40 cm, estableciendo coordenadas en una cuadricula de 40×60 cm con alturas precisas para cada intersección, lo que en obra se traduce en alzaprimas de distintas alturas, como apoyo del moldaje de fondo de losa. El resultado ha sido una especie de malla en tres dimensiones para el moldaje, sobre el cual se instaló un encofrado tradicional en base a vigas o cadenetas de madera en bruto, en las que se instala un terciado sobre el cual se colocan las tablas de pino cepillada de 1×6 pulgadas que son las que constituyen el moldaje a la vista”, relata Eric Meinardus.

La colocación de estas tablas sigue exactamente lo indicado en los planos de moldajes diseñados por Nishizawa en donde las tablas van siguiendo la geometría de la losa. Aquí hay que señalar que cada tabla tiene un corte especial, no son rectas sino trapezoidales para seguir y dar la forma que tiene este techo de hormigón. Fueron cerca de 2.000 tablas en los 57 metros de largo de esta losa, que va desde los 9 metros hasta unos 5,5 metros de ancho, dependiendo del recorrido. La losa está hecha en base a un hormigón H30 bombeable, trabajado con bomba telescópica. El techo curvo va desde los 4,8 m a los 15 cm respecto de las alturas mínimas y máximas, tomando como base el suelo.

Como lo explica Eric Meinardus, “cuando tomamos esta obra no teníamos experiencia de cómo se iba a comportar este tipo de hormigón en relación a las pendientes más pronunciadas de la losa. Nos imaginábamos que al llenar las pendientes fuertes con hormigón, este se iba a rebalsar hacia las rocas y el mar. Al construir primero el ala del dormitorio principal del proyecto, separado del volumen central, se pudo probar la fluidez adecuada del hormigón en la pendiente diseñada. Con esta experiencia se optimizó la colocación del hormigón en el resto del proyecto, sin que finalmente hubiera pérdidas de hormigón significativas por rebalse.

Fundaciones

Otra ruta crítica de la casa fueron las fundaciones. “Esta península tiene una base de material rocoso, bien compactado, las dunas en esta zona son superficiales, producto del viento fuerte. Ello se observa en que como el viento viene del sur poniente, la vegetación está más vinculada a la ladera norte”, comenta Meinardus.

“Las fundaciones son realmente una obra civil mayor, porque la solicitación de esta losa que está apoyada en ocho pilares metálicos en toda su extensión, hace que las fundaciones de esos pilares sean robustas, donde la punta de la losa hacia el mar casi toca el suelo pero está separada y a su vez anclada mediante un pilar metálico macizo de 30 cm de diámetro, en que la fundación tiene 5×5 metros con una profundidad de 1 m, y está armada con una cuádruple malla de fierro A63-420H en diámetro 18 y 22 milímetros, lo que para un proyecto de casa es algo nunca visto”, prosigue el arquitecto nacional.

Hacia el lado de las dunas, la losa se ancla con una hiperfundación al terreno, con muros de contención robustos que vinculan la losa al terreno y, en el resto de los puntos, tiene apoyos puntuales traducidos en ocho pilares de fierro sólido.

“Los dos pilares metálicos principales tienen un diámetro de 30 cm y están donde la losa se acerca más al suelo pero sin tocarla, mientras que los otros seis pilares son esbeltos con un diámetro de 130 mm”, destaca Eric Meinardus.

Ventanales

El viento de la zona determinó el diseño de marcos y cristales. Los planos japoneses contemplaron vientos de hasta 120 km/hora para este emplazamiento. Por otro lado, la arquitectura sumaba la condicionante de tener que ser continua y transparente, lo que hacía impensable tener un sobrecargo de perfilería. “El objetivo era que hubiese el mínimo de perfiles a la vista, hablamos de ventanales grandes, cuya máxima altura es de 3,80 metros, con uniones en el sentido vertical de los paños, pero sin perfiles.

Por cálculo, la deformación sísmica es de 4 cm, con lo que la fijación del cristal tiene que poder absorber esa deformación, lo cual se logra con una perfilería especial traída de Alemania y que se curva en el lugar para adaptarse a la geometría de la losa. Son cristales laminados de 24 mm, y no termopaneles, para no tener perfilería en las uniones. Y en eso estamos, redefiniendo algunos cálculos y temas de diseño de los ventanales”, adelanta Eric Meinardus.

Para los ventanales se calculó y testeó el peso de la estructura respecto de la altura, de manera de evitar las vibraciones entre cristales, lo que se tradujo en cristales de 24 mm de espesor”, indica Meinardus.
A agosto, la losa estaba hormigonada cerca de un 30%. Si todo marcha bajo los plazos establecidos, la casa podría estar terminada a fines de año. Se espera que la losa esté concluida a fines de septiembre para luego iniciar la colocación de los ventanales.

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